Cada dos por tres, haciendo de comer, se me vienen a la mente Epi y Blas.
Recuerdo vagamente un episodio (por más que he intentado buscarlo por aquí, no lo he encontrado) en el que uno de ellos estaba llorando y llorando, y el otro, como buen amigo, en su afán de consolarlo, le iba regalando todos sus juguetes, hasta que se descubría que en verdad la llantina se debía a que estaba cortando cebollas y entonces era él quien se hartaba de llorar porque lo había regalado todo.
No sé qué tipo de trauma infantil desató en mí el asunto, que llevo toda la vida acordándome de ellos cada vez que pico una puñetera cebolla.
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