Anoche me terminé de leer la novela Ojos de Agua, de Domingo Villar. Procedo a continuación a comentarla.
Argumento:
El inspector gallego Leo Caldas y su peculiar ayudante Rafa Estévez, son los encargados de la investigación de un crimen perpetrado con una crueldad extrema aunque sin duda original (quienes lean el libro deben saber bien a qué me refiero, no quiero desvelar nada).
El núcleo de la acción se sitúa en
Vigo, la víctima, un saxofonista. La investigación nos pasea por las costas gallegas, nos acerca a su gastronomía, y nos conduce desde el jazz y los ambientes de la noche hasta las altas esferas de la sociedad.
Cada capítulo se inicia con la definición de una palabra que aparecerá de alguna forma a lo largo del capítulo, mostrándonos todas sus acepciones. Los episodios, breves, y la trama, bien hilvanada, nos conducen rápidamente hasta el desenlace, con alguna que otra sorpresa por el camino.
Después hablaré sobre el desenlace precisamente (sin desmontar la trama, por supuesto).
Lo bueno:
Me ha gustado en general bastante el libro. No en vano,
como andelantaba el otro día, lo he devorado en apenas tres o cuatro días (aunque la novela tampoco es demasiado extensa, unas 190 páginas en formato bolsillo).
Me ha gustado cómo está ambientado el libro, cómo sin necesidad de tediosas descripciones consigue transportarnos por la ciudad, las playas, los bares…
No puedo decir si son acertadas o no las imágenes que nos muestra de Vigo, de los alrededores, ni los detalles sobre la gastronomía, porque ni he estado nunca en Vigo, ni conozco la gastronomía gallega mucho más allá de la tarta de Santiago (y de algún tapeo en las Jornadas Gastronómicas del Marisco que ponen ahí en Santa Justa de vez en cuando). Lo mismo digo sobre las referencias a la música jazz, me confieso una ignorante en la materia. Pero en el libro, queda todo muy bien.
Me ha encantado el personaje de Rafael Estévez, el ayudante de Leo Caldas. Para mi gusto es el personaje estrella, el mejor caracterizado, tan brusco pero tan auténtico. Es cuando se centra en él cuando el autor nos deja siempre alguna nota de humor. Sin duda, lo mejor del libro.
Me gusta especialmente el uso del lenguaje del que hace gala el autor, muy cercano, muy directo, y con esos matices, ese acertar con la palabra correcta. Ya comentaba el otro día que echaba de menos leer castellano sin traducciones (con traducción del autor en este caso).
Lo malo:
Lo único que no me ha gustado del libro, y que en mi opinión es lo que hace que de ser un libro genial se quede sólo en un buen libro, son, ni más ni menos que las 4 o 5 últimas páginas.
Para mi gusto, toda la aclaración final que constituye el penúltimo capítulo (titulado justamente “Motivo”), sobra. Creo que el lector es lo suficientemente inteligente como para no necesitar explicaciones sobre la trama. Es como si te cuentan un buen chiste, y luego el humorista se empeña en explicarlo. Estas explicaciones demasiado detalladas y demasiado repetitivas, están de más.
Hubiera preferido un final que me dejara a mí, por mí misma, sacar todas las conclusiones. Si el autor en lugar de desvelar la trama con todo lujo de detalles (cuando ya prácticamente uno tiene en la mente el 90% de las explicaciones) se hubiera limitado a insinuarla, a conducirnos de la manita hacia la solución, o incluso a dejar algunos puntos casi en el aire, el libro me hubiera resultado inmejorable.
Pero en las últimas páginas nos desvela todo el misterio a las bravas, nos repite datos y pruebas que ya conocíamos, que ya habían sido desveladas con anterioridad o que ya uno se imagina claramente, y nos termina de aclarar cualquier detalle que se hubiera escapado.
Me ha recordado a otro libro que leí hace tiempo,
Amantea, primera novela del periodista David F. Cantero, un libro bastante normalito al que sin duda le sobra todo el último capítulo, pero vamos, para arrancárselo de cuajo. En este caso la sensación que me ha dejado no ha sido tan radical, pero casi casi.
Valoración:
Como valoración final, le daría un 7, un notable. Me ha dejado con ganas de repetir autor (eso ya tiene su mérito) así que me leeré próximamente La playa de los ahogados.
No es una obra maestra para mi gusto, tampoco un libro de los grandes. Pero sí es muy entretenido. Bastante recomendable.